Crónica: Felíz error en el MoMA

miércoles, 25 de febrero de 2009

Frio. Demasiado frio en NY y después de una larguísima caminata por Central Park resulta urgente refugiarse en un lugar tibio y cómodo. Pero no son los factores climáticos los que empujan al encuentro del MoMA: el Museo de Arte Moderno es mucho, muchisimo más que un refugio contra un viento que te corta los labios.

Con el entusiasmo de un nene llegando al kiosco del barrio atravieso la puerta de entrada y el lugar me abruma por completo: “¡¿Qué hago primero?!”, pienso. Pero pasados los primeros momentos de ansiedad acomodo mis ideas, saco la entrada y empiezo, cámara en mano, el recorrido.

¡Visitante, vierte tu cuerpo!


El MoMA está pensado para inciar el recorrido en el sexto piso e ir bajando hasta encontrar la salida. Pero olvidando esa recomendación, arranco por lo último que uno debería ver: Una espectacular instalación audiovisual de la artista Suiza Pipilotti Rist.

Ese monstruo digital se llama “Pour Your Body Out (7354 cubic meters)” (Vierte Tu Cuerpo - 7354 metros cúbicos, se presentó entre del 19 de Noviembre de 2008 al 2 de Febrero de 2009) y resulta una golosina visual explosiva de sabores tan disímiles como el fluorecente más dulce o la penumbra más agria. Las tres enormes paredes de la sala del segundo piso hacen las de pantallas donde se proyecta la película conceptual que ideó la artista, pero no hay una imagen diferente en cada muro, sino que todo es una gran composición que rodea al espectador por completo generando en él la sensación de haber entrado a un mundo absolutamente nuevo. Imágenes de colores estridentes como un campo infinito de flores o la gelatinosa simulación de estar dentro de una lámpara de lava se alternan con la suciedad de la rueda de un tractor que pretende aplastarnos, un charco de agua estancada que ahoga a un par de pies indefensos y un jabalí que engulle las flores que hasta hace unos segundos disfrutaba felíz una hermosa peliroja despojada de ropas.

En el centro del lugar hay un sillón en forma de dona (o rosca de reyes, para usar una analogía más nuestra) y una alfombra circular que lo contiene; esto da lugar a que uno camine descalzo, se acueste en el suelo, charle con amigos en una posición relajada y disfrute del trabajo de Rist de la forma en que a cada uno le resulte más cómoda. Nuestro cuerpo, nuestra misma presencia ahí, ya forma parte de la instalación y tenemos la libertad de involucrarnos con ella a nuestro antojo. Por último, el sonido calmo y susurrante, que por momentos se acelera y se torna tenebroso, completa la experiencia de abstraernos del mundo exterior para sumergirnos en este lugar de fantasía en donde la belleza y lo grotesco conviven con total naturalidad.

Luego de 30 minutos oníricos, recuerdo que el MoMA es un lugar real, con gente de carne y hueso que trabaja en él y que tiene un horario de cierre; así que, sin dejar pasar un segundo más, retiro mi cuerpo de la instalación y ,ahora sí, me muevo al sexto piso con la satisfacción de saber que cometí un buen error: empezar la expedición en el lugar “equivocado”.

Leandro Cerliani



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